EL PAÍS, Autor invitado: Riay Tatary
Madrid,08/08/2013,EL PAÍS, Autor invitado: Riay Tatary(*)
La naturaleza propia de las mezquitas emana de lo habitual en los lugares de culto, pues es evidentemente lugar de culto y oración, pero también se trata de un espacio de encuentro, escuela y universidad, foro de ciencia y cultura, destino de los pobres y necesitados, e incluso lugar de consuelo y alegría.
Teniendo en cuenta todo esto, la mezquita para el musulmán es pues un lugar lleno de vitalidad, movimiento, y abierto a todo tipo de bondad.
Para los musulmanes españoles, la mezquita, es un lugar tan especial y tan bello que, aunque pequeño, tiene mucho que ofrecer. Visitarla es una inspiración. Es un lugar idóneo de encuentros, conferencias y seminarios. Las personas que han estado implicadas en su construcción o habilitación tienen una experiencia singular, acumulada durante el tiempo que costó lograr una mezquita cediendo a las exigencias de la ley y la convivencia, sin renunciar a ninguno de sus objetivos y funciones.
En la actualidad el número de mezquitas que cumplen las condiciones necesarias para el desarrollo normal de la comunidad musulmana son pocas, doce construidas y el resto se consideran como almozalas -es decir, un tipo de oratorios o capillas con la única función de la oración ritual-.
Las mezquitas en Europa están en una dinámica que terminará por desembocar en la perfección, contenida en la característica bidimensional de la mezquita madraza-almozala. Por el momento, en Europa, la necesidad más urgente es la de almozala.
Los musulmanes han intentado erigir, allí donde son numerosos, lugares de oración, no siempre dignos de una verdadera mezquita. A pesar de todo, hay que creer que el instinto musulmán es suficientemente fuerte, auténtico, vista esta inclinación por la enseñanza, como para el aprendizaje del Corán: desde que un lugar de oración adquiere una mínima estabilidad, la etapa siguiente pasa naturalmente por abrir la madraza. Es así que, sin cesar e inconscientemente, se vuelve al modelo primero de la mezquita, lo que es muy conmovedor. La necesidad de transmisión a las generaciones futuras está profundamente presente.
Una tercera etapa viene a coronar las dos primeras -la oración y la enseñanza del Corán-, se trata de la apertura a las otras ciencias.
Un valor añadido en la actualidad, que la mezquita ofrece, es la ayuda a la socialización de la vida de los inmigrantes que necesitan más que cualquier otro ciudadano la acogida y las instrucciones necesarias para emprender la nueva vida que han elegido. En pocas palabras, en busca de un mecanismo de defensa y protección, la mezquita es el mejor espacio para arropar a los inmigrantes recién llegados al país.
La mezquita puede jugar un papel muy importante, en principio por la reflexión sobre la ciudadanía y seguidamente en la pedagogía de esta última. A través de las oratorias yclases de la mezquita, han sido aportadas respuestas a esta cuestión de saber si hay o no contradicción entre la fe musulmana y la ciudadanía en el seno de un país no musulmán.
Estas respuestas anuncian no solamente que el musulmán puede integrarse en el país donde vive, sino también que debe adoptar una postura totalmente positiva; y es un deber para él hacerlo, pues eso es el cumplimiento de sus derechos. El islam no puede aconsejar a un musulmán quedarse en segundo plano. No adoptar enteramente la ciudadanía del país donde se establece plantea un problema de lealtad.
El islam en su generosidad, en su grandeza y su tolerancia, no se apega más que a la fe de la persona: el fin perseguido es el desarrollo del niño, de la familia y de sus derechos sociales. Nada puede frenar en el islam esta aspiración hacia el mejor bien estar.
El islam no es una religión de encerramiento y de repliegue identificativo, no predica el comunitarismo más que a la escala planetaria, en el nivel de la umma, donde todos los musulmanes son solidarios. La obediencia a la ley local es una regla antigua en el islam que emana, de «allí donde reina un maestro, es necesario obedecer su ley». Es pues una vieja tradición para los musulmanes el obedecer la ley del país donde viven.
La mezquita es un factor esencial, portador de esta comunicación de masas relativo al mensaje ciudadano.
Cuando un ayuntamiento, en España, cree que la construcción de una mezquita, como proyecto sobre su territorio, es un hecho ‘catastrófico’, ciertas reacciones viscerales provocan pesados obstáculos. Estos obstáculos conducen a un rigor frecuente y draconiano en la aplicación de textos que rigen la construcción de los lugares de culto musulmán.
Mientras, este encerramiento, voluntario o involuntario, encuentra atenuación una vez que la mezquita está implantada en el paisaje, puesto que es mirada como un elemento de mantenimiento de la cohesión social y como un elemento regulador de tensiones.
La mezquita, por su mensaje de ciudadanía, se muestra como un actor contribuyente a la integración de los musulmanes en las sociedades española y europea. Debe aportar, en todo lugar allí donde es necesario, la voz del islam sobre los problemas de la sociedad.
(*) Riay Tatary es Imam de la mezquita ubicada en C/ Anastasio Herrero de Madrid. Ostenta el cargo de Presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España y de Secretario General de la Comisión Islámica de España entidad que firmó Acuerdos de Cooperación con el Estado Español en 1992. Y miembro de la Comisión Asesora de Libertad religiosa del Ministerio de Justicia desde su fundación.