Ramadán, nuestro Ramadán, un mes sin igual, donde poco importa el horario ni la fecha del calendario
Madrid,16/07/2014,islamedia, Abu Ismail
….Y ya estamos a mediados de mes. De un mes tan esperado y tan ansiado. Parece que fue nos está abandonando. lo cierto, es que nos estamos muriendo. Todos querríamos revivirlo, pero algunos, no estarán para contarlo. Sus días se derritan como el azucarillo, sus oraciones son el deleite de todo musulmán y sus bondades son el disfrute de la esencia misma. Es nuestro mes sagrado, nuestro mes de Ramadán acalorado.sed y hambre fortalecen el espíritu de todo hombre. Ricos y pobres se igualan, con techo o sin techo se nivelan, Siento uno lo que carece el otro, valora el primero lo que desea el segundo.
Ramadán, nuestro Ramadán, un mes sin igual, donde poco importa el horario ni la fecha del calendario. Casi dieciocho horas de ayuno son, donde el Tic en complot con el Tac del reloj caminan pausados, al revés de otros días que vuelan ajetreados.
Hoy, un día entre los días de Ramadán, toca preparar el IFTAR » DESAYUNO «en la Mezquita de Estrecho de Madrid, para todo necesitado. Mezquita y Centro Cultural M30 unidos por un puente de generosidad, de corazones palpitantes y compasivos, velan por apaciguar la desesperación de muchas familias desafortunadas. Un millar de personas diarias, un cuarto de ellas, pasa por la Mezquita de Estrecho para romper el ayuno. Alegría confesada en los ojos de los máximos responsables de esta obra. Desde estas líneas, para la posteridad y la perpetuidad, darles las gracias serían pocas letras, y que AL´AH os bendiga, sería el ruego de todo aquel sincero, que le habéis abierto la puerta de la esperanza en estos días, que nunca se le tuvo que nublar ya que siempre está ahí para todo aquel ser desesperado.
Se aproxima pues la ora del IFTAR, todos callados, murmurando en voz baja y afinando el oído para escuchar la llamada del Almuédano. Un vaso de leche y dátiles en manos de cada unos, preparados para ser absorbidos y digeridos. Momentos donde los recuerdos de la infancia me bombardean. Me trasladan a mi casa, cuando ejercía de vejílla enfilando con mis ojos una mezquita desde la terraza, esperando ver encender su bombilla en señal que tocaba la hora.
El Almuédano llama y la gente sin pestañear empiezan a comer. Siente alivio y alegría de haber cumplido con su señor, con nuestro señor. Las venas se dilatan, los ojos se humedecen y un HAMDU LI L´AH sonora retumba los oídos y ablanda las entrañas. Acción relámpago, y sorbo torrencial para asistir a la oración. Minutos de reflexión, en los que cada uno se comunica con el Omnipotente. Con el final de la oración, la gente se encamina para recibir de Nourdin, con su gesto habitual y su corazón gigante la harira, de Mohamed, un delgado y comportamiento fino, la comida y de Ahmed, un callado pero sonriente las bolsas con su pan, zumo y fruta.
Arriba sin embargo, las mujeres a su aire, más finas y más pausadas, hacen lo mismo. Sus mesas son más apetecidas, con más dulces y más antojos. Las nativas y las nuevas conversas se abrazan, conviven y se convierten únicamente en musulmanas, sin estéreo tipos ni nacionalidades.
Tod@s son agradecid@s, se sienten a degustar la comida después de un día, tan largo y caloroso. Los niños, ajenos a todo esto sólo les interesa corretear entre todos.
Así transcurren los días, así transcurre el mes.¿ Quién dirá que estaríamos el próximo año para contarlo o para leerlo?